miércoles, 16 de agosto de 2006

ENTREVISTA A PABLO SECADA

Los últimos disparos de Pablito

Por Johnson Centeno


En la campaña del 2000 su jefe en el banco Santander le prohibió que hablara de política por unos meses, y su relación laboral se volvió tirante. A mediados del 2001 en New York, ante un auditorio de inversionistas, dijo que en el Perú corrían tres candidatos que eran como lo bueno, lo malo y lo feo. Que lo bueno (Lourdes Flores) había salido de la carrera, y nos habíamos quedado con lo malo y lo feo (Alan y Toledo), y lo peor era que no se sabía cuál era el malo y cuál era el feo. A su regreso a Lima, Leopoldo Quintano, su jefe, lo esperaba sonriente al pie del avión con su carta de renuncia. Más tarde lo tientan con un trabajo en el MEF y terminan paseándolo (“no hay presupuesto”, le dicen). PPK ya había escuchado de él. Realiza trabajos de investigación junto a Roberto Abusada, y desde el 2002 trabaja en el IPE, en la sección de Opinión y Propuesta, no sintiéndose a gusto del todo por el tipo de financiamiento que recibe el Instituto. Y ahora se va a estudiar. A la Universidad de Chicago, en los EE.UU, en pos de un Master en Políticas Públicas. Pablo Secada, joven economista de la Pacífico, corredor de tabla y amante del reagge, dispara sobre política como lo hace en todas sus entrevistas, en tonito de niño bien, a veces malcriado. Aquí, además, confiesa que ha consumido sustancias psicotrópicas, se emociona por la llegada de su primer hijo (“es un hombrecito”, cuenta), y habla de sus deseos de ser congresista de la república. Apunta…

—En tu conferencia negabas que en el Perú haya existido alguna vez una Economía de Mercado.

—Sí, me parece que en el Perú no hemos tenido nunca instituciones sólidas y representativas. Nunca hemos tenido una mayoría de empleadores (en acceso al financiamiento, poder, y capacidad de generar riqueza) que sean emprendedores; lo que hemos tenido lamentablemente es una mayoría rentista, lo que yo llamo “empresaurios”: esos señores que, por ejemplo, en los ’60 y ’70s hacían refrigeradoras, y sus productos eran ¡pésimos!: eran grandes, no se descongelaban rápido, no tenían luz, se les malograba el motor a cada rato, etc.; entonces, apenas empezabas a importar refrigeradoras esos patas quebraban, y me alegro por los consumidores peruanos porque era injusto que pagáramos tanta plata por refrigeradoras tan malas. Esos “empresaurios” se han vuelto a organizar, y ahora no hacen refrigeradoras sino textiles…

—¿En los ’90 dirías que estuvimos más cerca de una Economía de Mercado?

—Sí, me parece que más que en otras décadas, pero recuerda como fueron los ’90: el Presidente ganó por una circunstancia bien particular, y como no tenía mayoría en el Congreso decidió cerrarlo el ’92 apoyándose en las FF.AA. Entonces, al menos desde el ’92, es bien difícil sostener que Fujimori era una persona que respetaba las reglas, y en ese contexto es difícil construir una Economía de Mercado, más aún cuando el Presidente incumple las reglas que él mismo fijó, por ejemplo, en su propia Constitución. Así no puedes constituir una Economía de Mercado. Obviamente no son valores absolutos. Ningún país es cien por ciento Economía de Mercado y ningún país es cero por ciento Economía de Mercado; pero no estamos, en mi opinión, cerca de tener una Economía de Mercado ni lo hemos estado.

—Los ’90, entonces, fueron más bien un régimen “neoliberal”…

—No, eso es una caricatura. El liberalismo económico es imposible sin liberalismo político, de hecho el surgimiento del liberalismo económico parte de reflexiones de filósofos y científicos políticos. Una no tiene sentido sin la otra. Entonces, Fujimori, para empezar, no era un liberal, y luego, la palabra “neoliberal” es una palabra con la que yo tengo un problema: yo no creo que esa palabra exista en Economía. Hay Economía clásica y Keynesiana, Neoclásica y Neokeynesiana. ¿Neoliberal?, yo no la he encontrado en el diccionario…

—Es que no has revisado el diccionario del Vaticano…

—(Risas) Bueno… los curas saben de religión pues, ¿no?, no de Economía. Yo no puedo escribir encíclicas, yo no pretendo que ellos escriban de Economía. Te cuento una anécdota: Friedrich Von Hayek tuvo una reunión de dos horas con el Papa Juan pablo II, y como decimos en cristiano “lo desahuevó”, porque no tenía idea de cómo era la Economía. Después de esa reunión de dos horas el Papa escribió una encíclica nueva, y cambió un poco la doctrina económica de la iglesia. ¡Con una reunión de dos horas! Yo invito a los que siguen a Von Hayek, a Mises, que vayan más seguido al Vaticano, a ver si dentro de 15 años el Vaticano escribe menos tonterías y más cosas que tengan sentido económico.

—Volviendo, ¿la Economía de Mercado es la solución a nuestros males?

—Yo creo que cada persona es responsable de su propio destino. Nuestro país ha tendido siempre a echarle la culpa al clima: en vez de decir “oye, no saqué más nota porque no estudié”, dicen “oye, no saqué más nota porque el profesor me tiene rabia”. Ese cuento del Colegio es el mismo en la Universidad, y hasta en el trabajo. Yo creo que en nuestro país tenemos que empezar a asumir nuestras responsabilidades.

—Cúal es tu apreciación de las últimas cifras económicas que se han dado en el país.

—Que son buenas pero que no alcanzan. Nuestro país requiere crecimiento de un mínimo de 6%, y además requeriría que la riqueza se redistribuya mejor; pero como ni crece a 6 ni redistribuye bien la gente no lo va a sentir; entonces, seguir diciéndole a la gente que las cosas están muy bien cuando no lo están, no me parece prudente.

—Se dice que de a pocos está “chorreando”…

—Por supuesto porque son tres años de recuperación, pero no alcanza y no lo va a sentir el peruano promedio, que no tiene buena educación, que no ha tenido buena nutrición, que no tiene buena salud. Lamentablemente no están preparados para aprovechar las oportunidades que se están generando. No están preparados como yo y otras gentes, que hemos tenido buena educación, buena salud, buena nutrición, y ahí nos defendemos, pero estamos preparados. Eso no es lo típico. Lo típico es que el 68% de los niños menores de dos años tengan anemia. Ellos no están preparados para competir, y no va a “chorrear” donde ellos.

—Pregunta ingenua: ¿eres liberal?

—Mmmm… (Piensa). Sí, algo creo que soy, pero no me queda muy claro porque a veces he tenido dudas. Algunos de mis amigos dicen que soy socialista, otros dicen que soy liberal; me imagino que eso será porque no lo tengo ciento por ciento claro. Pero sí creo, y en eso no tengo ninguna duda, que las cosas dependen de lo que uno haga. Si uno hace las cosas bien, lo peor que te va a pasar es que te vaya bien nomás, si tienes mala suerte te va regular; pero si haces las cosas muy bien te va a ir muy bien. ¡Fijo! Yo sí creo eso y no tiene nada que ver con una orientación política, tiene que ver con mi experiencia.

—Qué noción tienes de una Economía Social de Mercado.

—A mí no me queda claro el concepto. Un alemán en los ’40 acuñó el término, pero en mi opinión es un concepto que no tiene sentido alguno. O eres estatista o crees en el mercado, y yo creo en el mercado porque creo que la gente puede salir adelante por sus propios medios, y de hecho así lo hacen millones de personas; entonces, empezar a dorar la píldora y asociar la Economía con la doctrina de la iglesia de los ’40, y que sesenta años después sigas con el mismo rollo, a mí personalmente me parece patético.

—Como los apristas, por ejemplo, que lo defienden ardorosamente.

—Lo defienden los apristas, los pepecistas, los acciopopulistas, está en nuestra Constitución, en el Acuerdo Nacional. Para mí la Economía es una ciencia social, y la Economía de Mercado es una arreglo en el cual se da más peso a las instituciones y a las personas, y menos peso a la entelequia que se llama “la sociedad”. Entonces, en ese negro que es el Estado y blanco que es lo liberal, o al revés, ese gris que trataron de inventar no es si no el resultado de confusiones, o de gente poco capacitada para discutir las cosas en serio.

—Le tienes una tirria especial a Alan García, y no pocas veces rayas en el argumento ad hominem…

—Sí, lo reconozco, creo que debería tratar de elevar el nivel de la discusión, pero no es el único ¿no?, también he sido muy duro con Olivera, Toledo, Waisman, con varios. Veamos el caso García. Hace poco leí un paper de Stanford, hecho por una peruana que se fue a estudiar allá. Su trabajo demuestra que, muy aparte de la crisis económica que se vivió, por culpa de errores de política y de funcionarios públicos del PAP, murieron miles de niños a finales de los ’80. A mí me parece que, ahora, salir a decir que el APRA tiene que mejorar en gestión pública no tiene sentido, y una persona que enseña en un Instituto de Política Pública, como el Dr. García, me parece de una irresponsabilidad flagrante, una falta de respeto a la memoria de todos esos niños muertos.

—¿Toda una ironía surrealista, no?

—Todos podemos cometer errores, pero tienes que tener la apertura de reconocerlos y de aprender de ellos. Si han pasado 19 años desde que el doctor García fue elegido Presidente, ya no puede utilizar el argumento de que es joven, ya no es joven y sigue hablando las mismas estupideces. Lamento que los apristas, que han tenido una historia, en algunos casos, gloriosa (por ejemplo si mi apellido fuera el de uno de los masacrados en Trujillo, en los ’30, me sentiría muy mal al ver que este imberbe, que nunca hizo nada en su vida, sea el líder de lo que yo considero mi partido, y me daría mucha pena que atrasen a Townsend y a otra gente, para que surja este mocoso, sólo porque era puro floro). Me apena que los apristas de hoy no sean más autocríticos con la figura de este señor. Si Alan desearía que el aprismo lo trascienda, como fue el caso de Haya de la Torre, debería preocuparse de que lo sigan cien jóvenes con capacidad de relacionarse con la gente, de venderles un sueño; pero no lo hace y eso me parece patético y es algo que tengo que enfrentar. Lo podré hacer con debates alturados con un moderador, pero mientras no sea ese el escenario, sino el escenario de la discusión pública (que es bastante pobre), lamentablemente cometeré el error de volver al argumento ad homimen.

—Si Alan regresa al poder nuevamente el 2006, ¿te irías del Perú?

—No, yo no me voy por esas vainas, yo me voy a estudiar, y seguro tendré que quedarme unos años para poder pagar la deuda. Además, mi primer hijo viene en camino, es un hombrecito, y me gustaría que se eduque en su propio país, en su realidad. El Perú es grande, es hermoso, sabes, yo viajo mucho, me encanta. Creo que el Perú está cambiando, a pesar de todo. Necesitamos ser más transparentes y menos hipócritas, más trabajadores, más solidarios, más dispuestos a unir que a disociar.

—Y a Toledo le has dicho “coquero”…

—Yo tengo evidencia anecdótica de varias personas, según las cuales el señor ha consumido cocaína siendo Presidente del Perú, y eso me parece cuestionable. Si él considera que eso es normal, que esconder eso es normal, bueno yo discrepo de su punto de vista. Yo he consumido sustancias psicotrópicas que no son aceptadas por la sociedad, y nunca he tenido ningún problema en ocultarlo, y una de esas sustancias no es la cocaína. Pero si hubiera sido así y me hubieran confrontado con esa pregunta no lo hubiera negado, lo hubiera aceptado.

—Como gobernante, ¿tú crees que tiene una ideología o navega a la deriva? 

—No tiene idea, por supuesto. Te doy una anécdota: un funcionario de un banco en el que trabajé estudió en la Universidad de Harvard, en la que Toledo nunca estudio. Toledo hizo allí una cosa que se llama, no sé en inglés, pero en castellano sería el equivalente a que un profesor vaya a investigar. Pagas, te dan una clave en internet, te dan un escritorio, y te pones a investigar. Cuando terminas presentas tu trabajo a otros investigadores de la Universidad y si alguno se interesa en el tema o en tu enfoque te da una mano para que escriban un trabajo juntos, y así publicas. Este señor nunca publicó, nunca investigó (por lo menos no se conoce qué investigó), y tercero, le contaba a la gente que él había hecho un paper que había sido publicado en el Economist , y el paper lo había hecho un profesor suyo de Stanford. Entonces, mentir con eso es bien extremo, ¡es bien estúpido!; mentir con eso en la Universidad de Harvard es estúpido en extremo. Me parece que esta anécdota lo pinta bien claro a Toledo. Fue una persona que empezó a recibir ayuditas (recuerda que la firma del Presidente Belaunde le permitió conseguir su beca). Yo recuerdo que los investigadores de la Pacífico decían de él que era una persona muy buena para vender pero que no se remangaba nunca, osea, ¡jamás trabajaba!. Ese es el presidente del Perú, en mi opinión un accidente más, como lo ha sido Paniagua, Fujimori, García, Belaunde, Morales Bermúdez, Velasco; osea, hemos tenido accidentes los últimos 40 años. No sé cuál sea el siguiente pero dudo que el próximo presidente del Perú tenga la capacidad de reorientar al país en un rumbo que tenga sentido.

—Entre todos los ‘presidenciables’ que se vocean, ¿apostarías por alguno?

—No, yo creo que tendremos que elegir al menos malo, que en mi opinión hasta ahora es la “pequeña Lulú”, Lourdes Flores. Pero eso es relativo porque si ella ha tenido dificultades para mantener la unidad en el PPC y UN, o para poner en línea a su padre cuando dijo “auquenido de Harvard”, no me queda claro si pueda gobernar el Perú; si no puede romper con Bedoya cuando su hijo sale en un video con Montesino, lo mismo. Osea, posiblemente ella sea el mal menor.

— Y Paniagua, qué tal…

—Me parece claramente mal menor que Alan. La diferencia entre ambos es una diferencia moral. Paniagua puede ser medio caído del palto, pero por lo menos me parece una persona que no va ser actos de corrupción flagrantes. Alan lo ha hecho y lo volverá a hacer. Remigio Morales lo está haciendo hoy, como asesor de Presidentes Regionales, y lo hizo en el pasado. Me parece muy triste que en el APRA no tengan a nadie más competente en desarrollo rural que ese señor.

—¿Te gustaría ser Presidente?

—No, para nada. Debe ser bien feo eso, porque vas a pagar pato por todas las cosas que están fuera de tu alcance. Me parece que la responsabilidad de tomar decisiones que van a cambiar la vida de las personas, al punto en que las cambia en nuestro país las decisiones de un Presidente, es una responsabilidad delicada que prefiero no asumir. Prefiero la responsabilidad del Congreso, en todo caso, allí debates todo el día, puedes formular leyes…

—¿Más leyes, Pablito?

—Mi propuesta sería “¡voy a destruir leyes!”. Todas las leyes que no sirven las voy a quemar, empezando por las que no tienen reglamento, que no sirven para nada y están allí por las puras. La idea de fiscalizar me gusta un montón, no en el sentido peliculero de señalar a todo el mundo con el dedo; por ejemplo, qué haría contra el señor Jorge Mufarech, que se ha acomodado con dos gobiernos que tienen gente muy corrupta: me dedicaría exclusivamente a fregarlo, en el sentido positivo de la palabra, claro. Documentaría todas las pendejadas que ha hecho y las haría público en una conferencia. Me parecería interesante poder tener acceso a la información necesaria para embarrar a gente como Mufarech.

—Ok. Pablito, gracias por tu paciencia, y buen viaje pues…

—Muchas gracias a ustedes. 

Agradecemos a la Fundación Friederich Naumann por las faclidades para esta entrevista.