lunes, 14 de mayo de 2007

ENTREVISTA A JUAN MONROY

MONROY, DESDE SU OTRO CORAZÓN


—Incluso cuando habla parece que todo lo piensa, que lo medita profundamente. Sus ojillos de saurio brillan por cada respuesta sobre una ciencia que lo apasiona. “Yo soy profesor, maestro” repite, no obstante. Fue en un desayuno previo a una de sus conferencia. Uno americano para el cronista. ¿Usted no se sirve algo, doctor? Sí sí, manzanilla nomás, gracias—

Cuando apenas su rostro empezaba a quemarse por el sol, se escapaba a ‘pata calata’ al muelle del puerto, y se sentaba en su orilla a patalearle a las horas. “Era la etapa de la irresponsabilidad ingenua, pues maestro”, recuerda emotivo. “Donde uno es inmensamente feliz, sin ninguna carga”. Era el último de una familia de trece hermanos. Terminada la secundaria ya tenía claro que sería profesor: “Es algo que amé, amo y amaré intensamente”. El provinciano se fue a Lima e ingresó a la Universidad Garcilazo, graduándose en el ’70 en la especialidad de Filosofía y Ciencias Sociales. Y sucedió que a sus dieciocho años (dos años antes de terminar la carrera) ya era profesor auxiliar —en turno de noche—, de Lógica Matemática, de algunos de sus maestros en otras universidades. Veinteañero se traslada a Piura invitado por una escuela marista y por la Universidad. Entre sus cursos de Lógica, Sociología, Economía, Filosofía y Didáctica de la Sicología, empieza a divisar la marginalidad del docente. “Hay un momento en los ’60 o ‘70’s en donde el Estado renuncia totalmente a darle el valor que corresponde al Sistema Educativo. Veo también que la gente que sigue educación ya no busca una profesión, sino una forma de tener rápidamente un ingreso, es decir, se perdió la vocación, la mística... y la educación se masifica para mal”.
Pero, además, el jovenzuelo profesor se identificó demasiado con las lucha de los trabajadores municipales, con los problemas de los pueblos jóvenes y con un filón de carencias de aquellas tierras. “Hubo un momento en que por el trabajo de campo que realizaba, junto a un sacerdote español, ya no era muy bien visto por el sistema”, cuenta. “No me quedaba otra alternativa que salir de Piura. En ese momento decido que el tema de la educación, las cosas con las cuales sueño están envilecidas, no veo instrumentos útiles desde la educación para ser forjados; y así empiezo a ver el Derecho fundamentalmente como un instrumento de liberación, de compromiso con los valores, con las cosas por las cuales yo creo”. Lo que sigue es su regreso a Lima y su ingreso a Derecho en la PUCP a la edad de 26 años: “El tema era estudiar intensamente, mis clases eran de 8 a 1 p.m.; yo llevaba una vianda, me sentaba en el jardín a comer, me iba al baño a asearme, y de 2 a 9 de la noche me internaba en la biblioteca; en vacaciones eran jornadas de 12 horas de investigación, de fichar, de leer... ”. Hoy, Juan Federico Doroteo Monroy Gálvez (53), natural de ‘Pisco playa’ y referente obligado en el circuito jurídico, ha reemplazado la brisa por el sosiego de su biblioteca —más de 8 mil títulos—, y las horas las pasa en sus clases, dictando conferencias o escribiendo libros.


—Sus lecturas más apasionadas que recuerde.
—Ehh...
—Algún libro especial que...
—Ud. sabe que el tema es muy curioso, pero libros de Derecho con gran capacidad formativa, no; yo más bien entro al Derecho por la Sociología, por la Filosofía, osea, hay otros libros en los cuales se había tocado el Derecho, Weber fundamentalmente, entonces yo notaba que estaba entrando a estudiar una ciencia absolutamente superficial, construida con conceptos, una ciencia que renunciaba a la realidad, que simplemente contrastaba con ella, y me enseñaban que cuando la realidad fuese distinta del Derecho, el Derecho se imponía, lo cual es una cosa que siempre me ha parecido demencial, por eso es que renuncio permanentemente a analizar el Derecho con estructuras funcionalistas.
Y en todo caso, cómo definiría el Derecho desde su parecer. Quiero decir, para muchos resulta un cuento bonito, un conjunto de normas, etc.
—Hoy en día lo que tenemos es un Derecho presupuesto. El Derecho es una construcción teórica, forjada a partir de un sistema normativo, de conductas, regularmente importadas, cuyo ingreso se afirma a través de la legislación, inclusive se alienta con conceptos tales como “lo novedoso”, “lo último que se está haciendo”, y a partir de criterios como esos se ha plasmado en la sociedad peruana un Derecho incompatible con nuestra idiosincrasia, es como un traje que se ha ido mal acomodando en el pellejo nuestro.
—¿Y entonces?
—Allí está, listo para ser transformado, listo para ser dinamizado, desde una concepción pluralista, desde la Economía, la Sociología, desde la Sicología social, desde la política, para construir un Derecho que sea nuestro, que se amalgame a como somos y fundamentalmente a qué queremos ser.
—¿Diría Ud. que es un Derecho sub desarrollado el que vivimos aquí?
—No, lo que intento decir es que este Derecho no es correspondiente con lo que necesitamos para saber qué somos y qué queremos ser; osea, hay un Derecho pre supuesto, no un derecho puesto. El Derecho puesto es el que surge a partir del análisis de lo que su sociedad necesita como fenómeno normativo, como necesidad de interrelacionar personas, instituciones, cuyo funcionamiento sea eficaz, esa lógica del Derecho no aparece en el Derecho patrio, pues Ud. permanentemente se encuentra con decisiones judiciales absolutamente correctas, que recogen una institucional tal como está, pero Ud. siente el sabor amargo de la injusticia; entonces uno se pregunta ¿por qué pues?, si el Derecho ha sido impecablemente empleado. Eso es producto de que el Derecho es, sencillamente, de origen importado.
—¿Sin embargo, qué le agrada más de ser abogado?
— Yo soy profesor, maestro, el abogado es una anécdota, yo soy profesor, osea, lo otro está allí dando vueltas (lo dice girando sus brazos con energía), lo que hago en este congreso o en otro lado es ser profesor, lo de abogado, en serio, es una coyuntura que apareció, que me es muy útil, me gusta como profesión, pero lo que yo quisiera ser lo fui a los 18 o 19 años, que es ser profesor.
Bien, alguien comparaba al Poder Judicial como un “huesero forense”, al cual van los que no tiene otro lugar donde ir. Ud. con qué lo compararía...
—Mire, el tema es que al P.J. va a llegar el estado patológico del tejido social, osea, cuando un hijo quiere de una vez hacerse de la herencia, quiere de una vez interdicto al padre, y el viejito no está para ser interdicto, entonces él va a encontrar un abogado que le va a preparar el documento, que va a procurar encontrar a un juez que declare que su padre es un incapaz. Estos ejemplos demuestran cómo las personas expresan lo pero de sí en un proceso. Esto es así por que ese P.J. es permanentemente alimentado por una sociedad ganada por el consumo, por la ambición, la riqueza, y que eso quiere protocolizarlo en una sentencia judicial; entonces, me da pena que las cosas estén mal en el P.J., pero me da mucha más pena que la sociedad no entienda que el P.J. no puede ser algo distinto de lo que ella es. Entonces no es pues “esta sociedad noble, buena, etc.” y “este P.J. asqueroso”, eso me parece muy injusto.
—¿Y los abogados?
—Sí, así como me parece injusto el análisis que se hace de achacarle todas la culpas al juez, hay una punta de truhanes, representado sobretodo por el abogado de foro. La mezcla es infernal, ¿no?, pero yo nunca he visto —y habré trabajado más de 3 mil o 4 mil casos—, no recuerdo haber visto un caso de un juez indecente, que pudo expresar lo pero de sí, es decir su inmoralidad, cuando los dos abogados que estaban en el caso no lo eran. Oiga, ¡a Ud. lo invitan, maestro!, un juez lo invita: “Doctor, pero esto puede salir así... es más rápido”, ¡por Dios, qué te está diciendo!, ¿no es cierto?, entonces, el tema es “ah, esto significa tanto, tanto para mi cliente, y entro”, entonces entras una vez y entras siempre.
—Ud. alguna vez ha sido magistrado...
—He sido juez suplente y vocal superior suplente, una experiencia lindísima, muy importante para mi, hermosa; yo recuerdo que mis vacaciones las he tomado cuando me he vuelto juez suplente, osea, quise dar de mí lo mejor; porque para mí el haber sido juez suplente ha sido usar mis vacaciones para ejercer la judicatura y yo noto que es imposible que como abogado una pueda ser mejor que juez.
—¿En serio?
—No hay manera de hacerlo, osea, es la realización última de mi persona. Lamentablemente es muy frustante por la ausencia de apoyos indispensables, pero es una experiencia verdaderamente hermosa.
—¿De veras?, Osea, a pesar de todo lo que vío, lo que seguramente padeció...
—Sí, sí, sin duda. Yo tengo un problema de futuro, y es que mi hijo (Juan Monroy Palacios, el mayor de sus tres hijos, de 27 años), a quien tanto amo, que ya es abogado, que ya tiene un libro, y ha hecho un pos grado en Italia, y que creo que largamente va a ser —si ya no lo es—, el mejor procesalista del país, tiene como mayor anhelo ser juez...
—Ah, caramba...
—Sí, y entonces ahí voy a tener problemas porque es exactamente lo que yo quiero también, y como no me interesa afectar su carrera pues probablemente yo me quede esperando un buen tiempo, Ud. sabe por razones familiares, etc., que son barreras normativas un poco estúpidas, ¿no?, porque es obvio que si él participa en un caso no voy a participar yo ¿no?, pero, en fin, eso me hace autolimitarme y ya no tener claro cuándo me meta de juez, pero yo voy a acabar de juez, ese va a ser mi futuro.
—¿No le decepcionó el P.J.?
—No no, nada maestro, sería un malhablado, por allí la falta de apoyo, traer mi propia computadora, comprar mis hojas, pero.. en esos 2 o 3 meses que viví era tener conciencia de cómo era el asunto.
—Esta reforma emprendida por el Ejecutivo, el Ceriajus, ¿le merece alguna confianza?
—Maestro, lo que pasa es que a estas alturas de la vida es imprescindible confiar en lo que ocurra. Hay que creer hasta el momento mismo en el cual haya que renunciar a esa creencia...
—Es usted bastante optimista
—Mmmm, no precisamente, mire que curioso, pero sí creo que cuando la tenue luz de un cabito de vela le dice que allí se puede luchar contra la oscuridad, acérquese a ella, y pelee y proteja ese cabito, ¡hasta que se acabe pues maestro!, pero no vaya a escupirlo, no vaya a soplar porque eso es malo ¿no?
—Esta vez la sociedad civil jugará un partido importante
—lo que se ha producido es una discusión de opereta. Los jueces dicen no necesitamos a nadie que no seamos nosotros para hacerlo, lo cual es una estupidez completa porque no tienen formación ni tienen capacidad para hacerlo; por otro lado, esta percepción de que desde fuera se tiene que hacer el cambio porque los que están adentro son unos perfectos inútiles, es también una posición extremista. En el Ceriajus, si Ud. advierte, hay un solo juez cuyo voto sólo va a ser dirimente, osea que en los casos regulares no va a votar; entonces, si de 16 personas... ¿verdad? Esto es un insulto porque no se trata de que no estén, sino de que estén en la cuota necesaria.
Pero además pasa por una decisión política, ¿no?, osea, de alguna manera quisiéramos que se tome al toro por las astas, digamos, desde un arranque ¿no?
—Cierto. Pero se sigue discutiendo la conformación de esta comisión, y todo el mundo pasa por alto que para el 2004 el Estado, con un cinismo impresionante, le ha dado al P.J. exactamente el mismo monto del año anterior, es decir que la demanda masiva de justicia no ha sido un tema significativo para un cambio, entonces ya no sé si la voluntad de cambio del Ejecutivo sea auténtica.
—Toledo no tiene autoridad para liderar la reforma.
—No, definitivamente. Es un incidente lamentable que hemos tenido en nuestro retorno a la vida democrática y casi casi, como un castigo del infierno, lo que queda es que acabe, porque no acabe es realmente peor que cualquier cosa que pueda hacer.
—Y su gobierno en general, ¿cómo lo está viendo?
—-Hay una cosa a favor de Toledo: el avisó lo que iba a hacer, él dijo que iba a practicar una economía de mercado con rostro humano y eso es algo que no existe. Todo esto pasa en nuestros países pobres, salvo el caso de Cuba. Toledo perfecciona el sistema, es simplemente un yanqui en ejercicio.
—¿Alan lo haría mejor?
—Cuál Alan pues, porque el que fue, ¡no! porque presenta severísimas dudas éticas, es una persona que, al margen de los grandes errores políticos, que pueden ser disculpados —aunque yo no creo que la estatización de la banca fue un error... fue un error que él no creyera intensamente, y creo que le faltó pasión para llevarlo adelante—; pero a nivel personal, una persona que ha vivido en lugares exclusivos, y que sobre eso haya una explicación dudosa, me parece preocupante.
—¿Y este Alan, cercano al 2006?
—Bueno, yo no sé porque tendría que ser distinto ¿no?, osea, creo que hay una cosa inteligentísima que el ha hecho, que es aceptar que los cuadros de su partido son absolutamente insuficientes, y creo que eso es bueno porque no están, no lo estuvieron, a la altura de las circunstancias, y la mejor prueba es lo que pasa hoy en los gobiernos regionales, que ha sido una suerte de puñalada a su credibilidad y para todo el partido.
Volviendo, cuando lo del caso Zaraí y Silva Vallejo, qué sensación le produjo...
—Bueno, terrible —y lo digo en un artículo—, porque conocí el recurso de casación que fue concedido, absolutamente irregular, no solamente ilícito sino antijurídico, pues las excepciones solamente son pasibles de este recurso cuando, al ser juzgadas ponen fin al proceso. Sin embargo, Silva Vallejo y compañía concedieron este recurso de manera absolutamente irregular y en esa calidad todo lo que hubo es, no una injerencia del Ejecutivo, sino una predisposición del judicial a inclinarse al Ejecutivo e intentar solucionarle su problema, lo cual considero que, de todas las formas de sumisión, esta es la peor porque suavemente se somete... ¡terrible!, yendo a su casa y todo...
—Pobre Silva, ¿no?
—Yo creo que se lo merece
—¿Ud. litiga mucho doctor Monroy, le gusta la defensa?, a pesar de...
—Amo litigar, me encanta, me encanta, me gusta muchísimo. Y los triunfos los vivo con intensidad...
—Pero cómo triunfos, sin en realidad el P.J. es algo inexplicable, impredecible...
—Es que, es que no es así pues. Una cosa es que en determinados contextos se produzcan algunos fallos irregulares, y otra cosa es la concepción que es el castillo del infierno, donde todas las cosas salen mal. Eso no es cierto, no es cierto. En el P.J. yo conozco jueces cuya calidad personal, cuya cultura jurídica es absolutamente excepcional, son de gente de inmensa calidad; no están donde debieran estar, sí probablemente, pero ya estarán pues, osea, ya esto se convierte en una cuestión de fe ¿no?, pero en el P.J. hay gente destacadísima mi amigo.
—Pero son los menos ¿no?
—Sí, los sé... probablemente, porque la franja más amplia debe ser de aquellos que no son ni corruptos ni lúcidos, sino son jueces nada más, esa es la franja que hay que ir ganando progresivamente.
—Cómo nace su preocupación por el proceso
—Bueno, cuando estuve en Católica los estudiantes de Derecho eran estudiantes que buscaban mantener el sistema (Derecho Tributario, Mercantil, Empresarial, esas cosas), cultivada por un sector de gente pudiente, que ingresaba a ser abogado para perfeccionar el sistema; y de otro lado, había gente de izquierda, preocupada por los derechos laborales, Derecho Penal, etc, que se supone defendían a las clases populares. Creo que ambos tienen una concepción conservadora del Derecho. La diferencia es que los primeros lo sabían y los segundos no, porque el Derecho no puede ser visto como una herramienta asistencialista pues, no es para “ayudar al pobre”, sino con esto hay que transformar al pobre, hay que reivindicar a la persona carenciada, darle dignidad, y esto no se logra dándoles algunas mejoras a partir del Derecho Laboral o del Derecho Penal, sino reivindicando sus derechos, que los conozca, que sepa que son vida regular suya; esta dimensión distinta de los derechos fundamentales se logra a través del proceso. Eso es un poco la razón.
—El C.P.C., en gran medida es hechura suya ¿no?
—Bueno sí, hay algunas cosas mías ahí...
—Cómo evalúa sus primeros 10 años de vigencia.
—El Código ha sido traicionado por los gobiernos, nunca le dieron el apoyo necesario, pero, si bien tenemos un instrumento de lujo, debe haber un apoyo elemental, creo que ello puedo explosionar hacia mejores cosas, pero ahí está... ahora hasta ridiculizado porque, por ejemplo, me da pena cuando veo profesores de Derecho Procesal que repiten los artículos de memoria, en fin... Hay una sensación cartesiana de que las cosas ya están dadas y que lo que hay que hacer con el Derecho es aprehenderlo, no transformarlo, y eso me duele, me causa pena.
—Cuál es el futuro del proceso
—Creo que será por mucho tiempo más el instrumento por excelencia para la solución de los conflictos y las incertidumbres, y el control de las conductas antisociales en una sociedad contemporánea; no sé cuántos siglos más, pero sin duda lo va a ser. (2004)





“Mi corazón es Infinito”

- Lo que más le disgusta de un abogado.
Que solamente vea sus ingresos, que sea un corrupto, un cínico.
- ¿Es un hombre fiel?
Hasta donde se puede ser.
- ¿Se ha drogado alguna vez?
Yo, jamás.
- Su artículo favorito del C.P.C
El VI del TP
- Si tuviera un hijo gay
Lo amaría intensamente como amo a mis tres hijos.
- ¿Qué es para Ud. el dinero?
Un fetiche
- Le gustan los ternos caros ¿no?
Todo lo que uso me lo compra mi mujer.
- Un sueño no relizado
Hacer un libro de Introducción al Derecho que se llame “El revés del Derecho”.
- Cuál es el tamaño de su corazón
Infinito y de color blanquiazul.
- ¿Le teme a la muerte?
En absoluto.