domingo, 18 de febrero de 2007

ENTREVISTA A KRYSTIAN COMPLAK



EL JURISTA VENIDO DE EUROPA DEL ESTE


Lleva a todos lados un papelito donde tiene anotados los nombres y apellidos de sus amigos peruanos. “En Polonia sólo usamos un nombre, un apellido, y punto”, se queja en tono de broma en medio de la entrevista. Pareciera –a veces- no recordar los nombres de algunos, a pesar que en muchos casos lleva carteándose con ellos cerca de veinte años. Krystian Complack, reconocido constitucionalista polaco, profesor de la Universidad de Wroclaw, y estudioso de los fenómenos políticos de Latinoamérica, inicia sus contactos con el Perú cuando su país se hallaba sometido al yugo soviético, y el nuestro pertenecía a la línea de un “capitalismo burgués”. “En esa época –recuerda- era inimaginable soñar siquiera con una visita a su país o a cualquier parte de América Latina, salvo Cuba”. Por esta razón inicia correspondencia epistolar con jóvenes juristas del medio, que le alcanzaron datos importantes para profundizar el trabajo que siempre le ha apasionado: el Derecho Constitucional Comparado, en especial los fenómenos de Latinoamérica. “A muchos de ellos recién los he conocido en persona hace muy pocos años, cuando inicio mis visitas a este continente, dictando conferencias”, afirma. De acento claro y “latino” (por sus largas escuchas de programas radiales, en onda corta, que se emitían desde esta parte del mundo), este jurista venido de Europa del Este estuvo escasos días por primera vez en el Perú, “admirando sus verdes paisajes, su cultura, y el cariño especial de su gente”.


—Cómo definiría hoy a Polonia.
—Creo que es un país que está, a pesar del tiempo transcurrido, en plena transformación jurídica e institucional. Nosotros nos anticipamos a la ‘perestroika’ de Rusia, pues en 1980 surgió el movimiento “Solidaridad”, y luego de diez años llegamos a un nuevo régimen democrático liberal; pero resulta que nuestra vía institucional era mucho más compleja: nosotros fuimos el último país de Europa del Este que aprobó una nueva Constitución. Ahora, cuando ya iniciamos esta nueva vida institucional bajo el amparo de esta nueva carta política, tenemos que ver de otra manera las cosas pues desde el 01 de mayo ingresamos a la Unión Europea, y eso implica nuevos puntos de vista constitucionales que ya no concuerdan mucho con el estatuto máximo de nuestro Estado. Esto nos ha creado nuevos puntos de referencia pues cuando se aprobaba la nueva Constitución se sabía que Polonia iba a entrar a la UE, pero no se sabía a ciencia cierta qué tipo de organización se iba a tener al momento de nuestro ingreso.
Por lo menos no implicaba un regreso al viejo socialismo soviético, ¿no?. ¿Hay gente que extraña este régimen?
—Es una pregunta muy pertinente. Hay un acuerdo nacional –digamos, una mayoría del 70%- que no desea un retorno al antiguo régimen, a pesar de lo dificultoso y penoso de la nueva situación económica, que no es de las mejores. Es una suerte de consenso nacional, incluso aceptado por los viejos comunistas pues el nuevo régimen no ha significado para ellos una venganza, salvo, en alguna medida, para aquellos criminales y violadores de derechos humanos, osea, para los malos exponentes de ese régimen.
—Cómo vivió el mundo intelectual la caída del imperio soviético.
—Bueno, creo que tengo algo que contar pues yo estuve en el ambiente universitario. Tenía un amigo muy ligado al Partido Comunista y hasta el último momento –debo reconocer- no creíamos en el cambio, incluso desconfiábamos un poco del movimiento “Solidaridad”, que buscaba democratizar el régimen…
—¿Nunca se afilió Ud. a “Solidaridad”?
—Nunca. Siempre he tratado de mantener mi independencia intelectual y política. En los años del comunismo yo no era miembro del partido y como tal me respetaban, a pesar que yo enseñaba Derecho Político, que era una asignatura muy ideologizada. Sí tuve propuestas, a finales de los ’70, para ser miembro del partido, pero yo les dije que no y me dejaron tranquilo. Lo mismo ocurrió cuando surgió Solidaridad, incluso me lo pidieron un gran número de estudiantes, por mis estudios, investigaciones, etc, pero yo siempre respondía que prefería mantener mi independencia política.
Tal vez le tiene una aversión a la política…
—Yo no tengo aversión pues soy un experto en asuntos constitucionales, y lo constitucional y lo político –Ud. sabrá- están muy ligados.
—Por supuesto. Por cierto, qué ha sido de Lech Walesa. Él llegó al poder con cerca del 80% de aprobación, y en las últimas elecciones ha resultado con menos del 1% de los sufragios. ¿Cómo se explica esto?
—Bueno, como todo en la vida, se exige una compaginación del tiempo, el hombre y los hechos. Walesa, que era un buen dirigente sindical, cuando ocurrió esta nueva situación histórica ya no pudo captar el “espíritu” de los nuevos tiempos, entonces él se apartó un poco de las nuevas tendencias que se presentaron en la sociedad. Por eso cuando se presentó en las elecciones, donde resultó con el margen que Ud. menciona, ya era prácticamente un discurso del pasado, retrógrado, y por eso cayó tan bajo en las preferencias, pero yo creo que es una persona que puede volver a surgir en un momento de equilibrio político y, por qué no, ser un buen jefe de Estado para Polonia.
—Aunque su partido está terriblemente fraccionado, ¿no?
—Sí, y lo curioso es que él mismo contribuyó a eso. Él mismo se encargó de dividir el movimiento Solidaridad porque era de la opinión de que en el país tenía que haber un pluralismo político, y en ese sentido se crearon diferentes ramas dentro de Solidaridad. Por esta razón los veteranos, los viejos polacos que encabezaron el movimiento, tienen hoy una actitud bastante crítica a la persona de Walesa.
—A pesar que Polonia lleva sólo unos meses en la UE, qué problemas políticos está afrontando.
—En primer término, antes de la entrada a la UE, había dos discusiones importantes sobre el tema. El primero era si se permitía a los ciudadanos extranjeros tomar parte en las elecciones locales (elegir y ser elegidos) en tanto la Constitución de nuestro país consignaba este derecho solamente a los ciudadanos polacos, pero, por la vía de la interpretación constitucional, se aprobó una ley electoral que permitió a los extranjeros tomar parte en las elecciones; luego, otro punto de choque entre nuestra Constitución y el nuevo ordenamiento de la UE es el famoso “mandato de extradición”, según la cual nuestra Constitución prohíbe totalmente la extradición de sus ciudadanos a cualquier otro país requirente.
—¿Y Ud. está de acuerdo?, qué pasa si hay de por medio la comisión de un delito…
—Eh… Sí, en principio estamos de acuerdo, pero si tenemos una institución constitucional hay que respetarla, o, en todo caso, cambiarla. Ese es un problema también en otros países, por ejemplo, en Alemania tenían el mismo precepto, y tuvieron que cambiar su Constitución. Polonia ha preferido mantener su interpretación constitucional.
—Qué otros temas se están discutiendo en materia de Derechos Humanos.
—Polonia ha aceptado, en términos generales, el convenio europeo y sus protocolos. Más bien, a nivel de la jurisdicción constitucional algunas cosas van a cambiar. El problema es que los tribunales constitucionales, como orgullo institucional de la nueva democracia, no tienen la competencia para enjuiciar, para evaluar, para comprobar, la conformación del Derecho europeo con el Derecho interno porque esa cuestión está reservada al Tribunal Europeo de Justicia en Luxemburgo, y él es quien resuelve todos los conflictos posibles entre la ley nacional y el precepto comunitario.
—Pero además existe una segunda jurisdicción, ¿no?
—Sí, sí… En Estrasburgo hay otra jurisdicción de la libertad de los derechos humanos, pero esta jurisdicción crea nuevos problemas para nuestro país, por ejemplo, los relacionados con la privatización de la economía. Polonia es un país muy reacio a avanzar muy rápido en estos temas de la privatización. Acabo de leer un diario esta mañana que dice que el banco más grande de mi país ha vendido 25% de sus acciones, mientras que el otro 75% continúa en las manos del Estado. Nosotros vamos poco a poco en estos temas. Digo que esta jurisdicción puede afectarnos pues, por ejemplo, hace unos meses decidió que un ciudadano polaco (en realidad 70 mil ciudadanos), que dejó sus bienes en la parte oriental de Polonia (Ucrania, Lituania) para viajar a las tierras de Occidente, y con la promesa de las autoridades –a través de un Convenio Internacional- de recibir un resarcimiento, se encontraron con que el Estado no cumplió satisfactoriamente. Estos ciudadanos presentaron sus demandas ante la corte de Estrasburgo y ésta les dio la razón, dijo que el Gobierno polaco debe satisfacer de manera real los problemas de la gente que perdieron sus bienes en virtud de los tratados; pero sucede que esos tratados no han sido ratificados. Han sido publicados pero no ratificados, y nuestra legislación exige este requisito para la validez de los mismos.
—Cuál es la reputación del sistema de justicia en Polonia.
—Son temas muy delicados. Como en todo el mundo la justicia atraviesa problemas muy graves, relacionados con los procesos de globalización y la internacionalización del crimen. Esto provoca también que los procesos de transformación política no tengan un ambiente propicio para desarrollarse, y surjan así muchas fortunas mal habidas que indignan a la población. En este sentido, se reprocha a la justicia de mi país que no es capaz de hacer frente a esos nuevos fenómenos de una manera eficiente y rápida. Yo diría que el problema de la evaluación de la justicia es muy grave en Polonia, la gente desconfía en un gran porcentaje…
—¿Será como aquí en más de un 90%?
—Nosotros no llegamos a tanto, pero se podría decir que la mayoría desconfía de la justicia por estos problemas que le estoy comentando. La justicia, además, está un poco atrasada y eso crea un malestar en la población que reclama cada vez una reforma de la justicia.
Y en cuanto a los abogados polacos, ¿mejores noticias?
—Supongo que se refiere no solamente a los defensores en ejercicio sino a todo aquel que interviene en la administración de justicia. Hay jueces, fiscales, y defensores en ejercicio, y la peor reputación –definitivamente- la tienen los defensores en ejercicio, los litigantes; esto porque la población siente que ellos apoyan de alguna manera el crimen y entran a veces en conflictos éticos con el sistema de justicia. Esto no quiere decir, sin embargo, que no haya buenos y prestigiosos abogados.
—Cómo está viendo el lugar que le da Europa del Este a Latinoamérica, según sus propios intereses.
—Es un problema muy delicado. Yo desearía que Latinoamérica ocupara uno de los primeros puntos de interés. Lo que pasa es que hoy en día Europa está bastante concentrada en sí misma, ocupándose de sus procesos de unificación, de ahí que no tenga vínculos muy estrechos con América Latina. Yo creo que la UE ganaría mucho si mirara con más atención este hermoso continente, que nosotros llamamos cariñosamente “continente verde”.
—Ud. lleva muchos años estudiando los procesos políticos en Latinoamérica. ¿Podría citar algunos defectos que expliquen la actual situación?
—Bueno, desde un punto de vista político, me parece que hay muchas corrientes que, en muchos casos, son fundamentalistas con su pensamiento y no guardan mucha tolerancia con otros grupos; me parece un defecto de Latinoamérica pues puede provocar crisis y malestares sociales. Los políticos deberían ser más respetuosos con las opiniones distintas. Otro fenómeno que puedo citar es la frondosidad de sus legislaciones, Uds., por ejemplo, tienen más de 20 mil leyes, y eso me parece una cantidad extrema, incluso para cualquier jurista.
—El presidente del BID ha dicho recientemente en Argentina que “la situación de desamparo social en que se encuentra gran parte de la población podría alentar creencias contrarias a la democracia como sistema político”. Y que la inequidad social podría llevar a muchos a pensar que tal vez haya que sacrificar la libertad para poder comer o tener una mayor tranquilidad económica. ¿Qué opina Ud?
—Bueno, no creo que sea una solución. Siempre que uno entra en la senda de la violencia, del autoritarismo de Estado, trae repercusiones de igual naturaleza. En Polonia también hay un importante sector que preferiría una tiranía antes que una democracia porque añoran una cierta comodidad jurídica y económica. La democracia es un régimen no del todo ideal, pero es la única que nos garantiza las libertades para enfrentar los problemas. Me parece que hay que buscar, siguiendo el ejemplo de la UE, una unión latinoamericana que los refuerce en el campo de la economía, en lo jurídico, en lo social. Ustedes deben volcar sus esfuerzos en estos temas de unificación en lugar de imponer mano dura en la política.
—Un pensador dijo, seguramente con una dosis de ironía o de realidad, que la democracia es el sistema que permite que los ciudadanos elijan a sus propios sinvergüenzas. ¿Qué es para Ud. la democracia?
—(Risas) Para mí la democracia es un sistema de equilibrio, de equilibrio entre diversas fuerzas de la sociedad que no siempre están en un plano ordenado, por eso a veces no resulta del todo eficiente y la gente desconfía de ella. Los regímenes autoritarios pueden ser eficaces, pero al precio de sacrificar libertades individuales. Las democracias garantizan la libertad pero son menos eficaces. Pareciera que el hombre, cuando no siente el látigo por encima de su cabeza, tiene esa tendencia a apartarse del rumbo asignado por un sistema democrático. Aquí es muy importante la educación, nosotros todavía no somos capaces de guiarnos por propia conciencia en las cuestiones políticas, económicas, etc., sólo algunas capas de la sociedad pueden hacerlo, y en ese sentido, la democracia tiene defectos, pero hasta ahora no hay forma de sustituirla de un modo más eficiente. Probablemente por el problema del terrorismo internacional se hagan algunos ajustes políticos y de seguridad, pero esa es una respuesta que todavía no tenemos del todo claro.
—Gracias por su tiempo profesor Complak, no sé si tenga algo más que agregar.
—Mi más sincero agradecimiento a todos los peruanos por sus atenciones, y en particular a mis amigos del mundo jurídico que he podido conocer en esta breve estancia en su país. La amistad que he podido encontrar fuera de la capital es muy especial para mí –seguramente porque las cosas en Lima van muy rápido- pero, en Trujillo, he recibido un cariño, una ternura, verdaderamente inmerecida con mi persona. Muchas gracias. (2004)


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